martes, 23 de abril de 2013


Aparte de conocer y trabajar con estos cinco elementos, es de vital importancia introducir los principios de la composición

La composición fue considerada principio fundamental en el arte europeo hasta principios del siglo XX, cuando es gradualmente desplazada luego de la aparición del concepto de dada. El fundamento de la estética formalista, en donde predomina la composición exclusivamente, fue lenta y trabajosamente desplazado por la preeminencia en el significado creado en la imagen.



Principios  de la composición:

  • La existencia de un punto focal: un punto en el que se fija y descansa la vista, al que la mirada suele volver. Cualquier estancia contiene puntos y líneas. Los puntos constituyen los objetos situados en un lugar determinado. Dos puntos conforman el inicio y el final de una línea. Un grupo de varios puntos y líneas forman un punto de encuentro, al que se denomina punto focal. Todas las composiciones necesitan un punto de referencia y resulta mas fácil cuando este punto viene dado por la propia disposición arquitectónica de la estancia. Si existiera  más de un punto focal, deberá dar preferencia y resultar solo uno de los dos. Si no dispusiera de uno, lo creará uno mismo, mediante un gran cuadro, un mural, un mueble que resulte por su estilo o dimensiones, un espejo,… las posibilidades son innumerables.
  • Porción: la correspondencia de tamaño entre los distintos elementos. El tamaño es una característica relativa, pues lo importante no es la dimensión de un objeto en si misma sino en comparación con los demás elementos que le acompañan. Los espacios con techos altos admiten muebles con mayores dimensiones tanto en ancho como en altura.
  • Armonía y unidad: una composición es armónica cuando la combinación entre sus elementos es unitaria. La unidad se refiere a la percepción de que cada uno de los elementos pertenece a un todo.
  • Contraste y Variedad: los opuestos se atraen, si se consiguen mezclar de forma equilibrada y se mantiene el sentido de la unidad. Por eso hay que incluir contraste en pequeñas dosis. Algo que tampoco puede faltar es la variedad, para evitar un resultado soso o aburrido. El limite a la variedad lo constituye la necesidad que se tenga.
  • Ritmo: es el resultado de la repetición de líneas, formas volúmenes, tonos y colores. La repetición de un motivo aumenta la armonía de una estancia. El ritmo permite además unir los diferentes elementos de la estancia para conferirles  unidad y fluidez, asegurando que la vista recorra todas las partes de un espacio. Existen estancias, donde el ritmo esta asegurando gracias a elementos arquitectónicos, pero si no se dispone de ellos, se puede crear el ritmo de muchas maneras. Una de ellas es añadir pequeñas pinceladas de color en distintos puntos de una estancia gracias a complementos de idéntica tonalidad. Como por ejemplo, se puede citar la recepción de un hotel en el que predomine el blanco y se añadan unos cojines sobre un sofá, una lámpara de pie con pantalla y quizás unos cuadrados con marco todos del mismo color.
  • Balance simétrico y asimétrico: dividamos imaginariamente cualquier imagen por el centro en sentido horizontal y vertical y obtendremos dos ejes de simetría.

La imagen de la composición resulta agradable si los motivos situados a ambos lados del eje de simetría tienen el mismo “peso visual”. La composición simétrica es sencillas, solemne y formal; pero también puede verse como fría y demasiado mecánica. Es ideal para ambientes que comunican serenidad y estabilidad.
Utilizando el mismo sistema de división imaginaria, pero un este caso el eje de división vertical se desplaza a derecha o izquierda según nuestros intereses, conseguiremos comunicar dinamismo, juventud y alegría.
La simetría no es lo mismo, que el equilibrio; El equilibrio es la apreciación correcta del conjunto, que depende de la composición, el peso, el recorrido visual y el ritmo, pero está claro que cuando creamos composiciones simétricas obtenemos un resultado equilibrado que comunica estabilidad.

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